Libro que se sitúa, por evidente intencionalidad de su autor, fuera de los encuadramientos ortodoxos, y que está integrado con extractos de lo que él denominó “pequeños tratados” (in extenso, ocho tomos), piezas generalmente breves con las que fue elaborando una suerte de diario personal, en el que volcó sus reflexiones acerca de la existencia, la vida cotidiana, o lecturas o hechos del pasado o el presente que por diversos motivos lo impresionaron.
Recuerda, por momentos, a los “Silogismos de la amargura”, de Emile Cioran, pero sin la metodología, ni el escepticismo ni el rigor del pensador rumano, sino más bien con una singularísima y audaz óptica para atreverse, por ejemplo, a unir en el mismo texto, a Goethe con la historia de un bonzo que plantea una sutil deducción referida a la ética y la identidad humanas, o interpretaciones sorprendentes de la esencia intelectual de figuras sin aparentes similitudes, como Shakespeare, Eurípides, Eckhart o Montaigne.
Reinterpretaciones
Poseedor de una formidable formación cultural, Quignard remite al griego y al latín para alumbrar reinterpretaciones de muchos términos muy usuales en el lenguaje actual, deformados respecto de su sentido original y que, desde esa perspectiva, se tornan otro aporte a la confusión generada por la distancia entre palabra y realidad.
Pequeñas joyas del tesoro general con el que deslumbra este libro son los aforismos. No resistimos la tentación de compartir algunos: “El reparto de naipes del comienzo de ningún modo puede ser el mazo del final”. “Entre las hormigas y las abejas, el itinerario mismo constituye la captura”. “La psicología carece de verosimilitud. Lo real es lo insospechado”. “Un escritor es un hombre devorado por un tono”. “Toda la vida de un novelista se precipita hacia lo que ha dicho en su relato”.
(c) LA GACETA
MISCELÁNEA RETÓRICA ESPECULATIVA PASCAL QUIGNARD (El cuenco de plata – Buenos Aires)